miércoles, 21 de diciembre de 2011

PEDRAZA, fundación y mudanzas

PRÓLOGO

Las páginas que conforman este libro vienen impregnadas del deseo y de la pasión que ha caracterizado a su autor por querer dar a conocer a la tierra que le vio nacer. Suelo que por cierto es rico en hechos, personajes, aventuras y odiseas que bien calzan en una novela caballeresca; donde la fábula, recreación y animación del hecho histórico producen el escenario favorable para adentrarse a desentrañar una trama que eleve el interés en las actuales y futuras generaciones por conocer y valorar su origen.

Me atrevería a asegurar, conociendo al autor de esta interesante obra: PEDRAZA, fundación y mudanzas; que no despreciará la idea de pensar en novelar la historia de su Pedraza, la peregrina, esa que magistralmente siempre nos cuenta con orgullo en amenas tertulias.

Sin duda, mi buen amigo y colega cronista Henry Nadales, ilustre pedraceño, lleva como añoranza solariega un arsenal de historias y leyendas que va tejiendo en el discurso de una prosa amable que enaltece su oficio de cronista.

Vayan para él mis congratulaciones por regalarnos estas páginas escritas con la sana y sabia intención de “contribuir con la divulgación de una parte de la historia de la fundación y del peregrinaje de la ciudad que hoy cumple el encargo ser la capital del municipio Pedraza del estado Barinas de la República Bolivariana de Venezuela”.

Con esa advertencia del autor, percibimos el cumplimiento cabal, apasionado y amoroso del oficio de un cronista por la tierra que le vio nacer; además hace comprender que las líneas que conforman este libro inducirán al lector a conocer y enclavarse en el devenir histórico de Pedraza.

Henry Nadales, economista de profesión, pero cronista por excelencia y oficio, de  verbo fluido, buen timbre de voz  y con una seguridad absoluta. Cuenta con pasión, conocimiento y dominio la historia de hechos y personajes, que lo convierte en un grato y excelente orador. En esta ocasión nos escribe un pedagógico, ameno e interesante libro, que bien supo titular PEDRAZA, fundación y mudanzas, cuyas páginas contienen una breve referencia sobre “las razones que privaron para realizar el acto fundacional y las causas que provocaron los cinco traslados de la segunda población establecida por los conquistadores y pobladores españoles a finales del siglo XVI en el actual territorio del estado Barinas”.

Las páginas endosadas en el libro también hacen referencia de algunos destacados personajes pedraceños, así como los cambios de nombre y denominación que a través del tiempo ha experimentado la ciudad.

José Antonio Páez, Ramón Ignacio Briceño,  José Félix Ribas y Ciudad Bolivia, conforman las cuatro parroquias que componen al municipio Pedraza. Ciudad Bolivia es la capital.

El municipio Pedraza ha sufrido diversas desmembraciones, en la actualidad limita al norte con el estado Mérida, comprendido entre los nacimientos del río Acequia o Ticoporo, denominada Quebrada del Loro y el Alto de Granate; al este con los municipios Barinas y Bolívar, por los límites descritos de dichos municipios en sus lados correspondientes con el municipio Pedraza y comprendido entre el Alto de Granate, el río Pajuí y la desembocadura del río Canaguá, en el río Apure; al sur con el estado Apure por el río Apure desde la desembocadura del río Canaguá aguas arriba hasta la desembocadura del Caño Negro y limitando con el municipio Ezequiel Zamora, continúa el límite por el Caño Negro aguas arriba hasta el punto donde es cortado por la línea norte-sur que parte de la desembocadura del río Suripá y de ahí siguiendo agua abajo por el río Suripá limitando con el sur del municipio Antonio José de Sucre, hasta la desembocadura del río Ticoporo o Acequia en el sitio conocido como Puerto de Boca de Anaro; al oeste con el municipio Antonio José de Sucre, que comprende entre los nacimientos del río Acequia o Ticoporo denominado Quebrada del Loro, de aquí el límite toma aguas abajo por el río Acequia, hasta llegar al puente situado en la Troncal Cinco que conduce desde Barinas hasta Santa Bárbara de Barinas, continúa en dirección a esta última hasta encontrar otro puente situado sobre el Caño Merepure, continuando por este aguas abajo hasta su confluencia en el río Acequia, para proseguir con su cauce hasta su desembocadura en el río Anaro, en el cual continua hasta llegar al sitio conocido como Puerto Boca de Anaro que es la confluencia de dicho río en el Suripá.

Posee una superficie de 6.693 Km2 y una población de 72.373, habitantes, según el Censo del año 2012.

Pedraza es un municipio eminentemente agrícola y pecuario, sus suelos son considerados como los más aptos para ambas actividades. En materia de industrias, Pedraza cuenta con un frigorífico industrial, considerado como uno de los mejores de Sudamérica, con capacidad para beneficiar más de 800 reses diarias.

Además posee grandes riquezas arqueológicas en los sitios de Curbatí, Acequia y San Rafael de Catalina, y una cantidad de montículos y calzadas extendidas en todo el territorio del Municipio.

Sus inmensos y hermosos parajes son cruzados por numerosos ríos, riachuelos y quebradas que vienen de las frías montañas andinas, ríos que van a desembocar al caudaloso río Apure. El Canaguá, la Acequia, el Ticoporo, el San Rafael, el Sinigui, el Pagüey, el Anaro, el Caparo, el Suripá y parte del río Apure, constituyen el gran potencial hídrico natural que le ha merecido el nombramiento de “Pedraza, capital de los ríos de Venezuela”.

Entre los últimos días del mes de julio y los primeros de agosto de cada año, se celebran las Ferias Internacionales, Llanos, Ríos y Montañas en honor a su patrono Santo Domingo de Guzmán.

De los personajes más destacados nacidos en su territorio, destacan doña Dominga Ortiz de Páez, el coronel Rafael López, el sacerdote Enrique María Castro, el doctor Carlos González Bona, José Antonio Baldó, Jesús María Hernández y don Vicente Peña Pulido, entre otros.

Con la templanza de un acucioso y tenaz investigador, Henry Nadales, nos regala este didáctico e interesante libro; no aspira otra fama, sino la de ver a su lar nativo enaltecido en el pedestal de la historia y el reconocimiento al gentilicio jirajara, cuyos habitantes originarios no se doblegaron ante el invasor español, tal vez de allí hereda la reciedumbre el pedraceño, la constancia y firmeza de sobrevivir ante tantas adversidades y vicisitudes  que por más de cuatrocientos años ha tenido que enfrentar el lugareño común.

Ya entendemos de donde le viene a Henry Nadales, la constancia, tenacidad, perseverancia y espíritu combativo que lo perfila como si fuese su proyecto de vida.

Sólo me resta decir que la solidaridad, amistad y compromiso que nos une por poner en alto el nombre de Barinas, nos amalgama en un solo sentimiento: La barinidad. Recordando que Barinas, será Barinas/Pedraza, será Pedraza/y el Palacio del Marqués/cagadero del que pasa.

Alberto Pérez Larrarte
Cronista Oficial del Municipio Barinas del Estado Barinas
Presidente de la Asociación Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela (ANCOV)

PRESENTACIÓN

Este libro titulado PEDRAZA, fundación y mudanzas contiene en sus líneas una referencia breve sobre las razones que privaron para realizar el acto fundacional y las causas que provocaron los cinco traslados de la segunda población establecida por los conquistadores y pobladores españoles a finales del siglo XVI en el actual territorio del estado Barinas.

La pretensión de este escrito es la de contribuir con la divulgación de una parte de la historia de la fundación y del peregrinaje de la ciudad que hoy cumple el encargo ser de la capital del municipio Pedraza del estado Barinas, de la República Bolivariana de Venezuela.

También tiene este libro en su cuerpo un aparte que refiere los tres nombres que durante su devenir histórico ha tenido la ciudad y una relación simplificada de los dos cambios de denominación.

Además fueron incorporadas las biografías de la heroína Dominga Ortiz, el fraile dominico José Simón Archila, el sacerdote Enrique María Castro y el doctor Carlos María González Bona, cuatro personajes pedraceños destacados.

Ojalá que esta modesta publicación, para una rápida lectura, permita una pronta comprensión de la enorme significación histórica de Pedraza.

Henry Nadales
10 de agosto de 2013.


PEDRAZA, LA PALABRA

Cuando pronunciamos o escuchamos decir a otros la palabra Pedraza inmediatamente nos viene a la mente un pueblo, una ciudad o un territorio que tiene ese nombre; pero no se nos ocurre detenernos a pensar un poco en su real significado. Muchos nos hemos preguntado ¿Cuál es el significado de la palabra Pedraza? También nos interrogamos sobre el origen de esta palabra. ¿De dónde viene esta palabra?, porque con toda seguridad que no es una palabra aborigen, seguramente la trajeron los conquistadores y fundadores de ciudades españolas en territorio americano.

Lo lógico es que al preguntarnos el significado de las palabras busquemos auxilio del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, si es que tenemos la certeza que ella tiene su origen en España. Como sospechamos que la palabra Pedraza tiene su nacimiento allá, procedimos a realizar su búsqueda, pero no la encontramos. No aparece el significado Pedraza en el diccionario de la lengua española. Pero algo debe significar, ninguna sociedad va a convenir la utilización de una palabra sin significado alguno. ¿Qué significa, entonces, Pedraza? La búsqueda hay que realizarla en otra parte. ¿Dónde buscarla?

Pensamos que la búsqueda hay que hacerla en el propio sitio de los acontecimientos y en la forma de escribir la palabra. Las reglas de la ortografía española establecen que entre otras se debe escribir con la letra z las terminaciones aumentativas azo y aza, como por ejemplo puñetazo o mujeraza. La palabra Pedraza precisamente termina en aza, lo que indica que tiene relación con algo grande o aumentado. En España, desde donde el español fundador muy probablemente trajo la palabra, hay desde hace mucho tiempo, del que no se tiene fecha exacta de su fundación, una villa con el nombre de Pedraza. Hoy es un municipio español agrícola y ganadero con una extraordinaria actividad turística. Esa villa de Pedraza fue construida precisamente sobre una roca, en la superficie de una piedra inmensa.

Ahora bien, teniendo en cuenta la regla ortográfica y la condición de estar ubicada sobre una piedra grande la ciudad española que probablemente dio origen al nombre con que el capitán español Gonzalo de Piña Ludueña bautizó a la villa de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza en 1591, es perfectamente lógico concluir que la palabra Pedraza signifique piedra grande.

Esta es una relación aproximada de un ejercicio intelectual que tiene la intención de encontrar el significado de la palabra Pedraza. No tiene el deseo de convertirse en una verdad invariable, estará sometida a la fuerza de los cambios que produce la búsqueda de la verdad.

LA FUNDACIÓN DE PEDRAZA

Muy probablemente el 20 de diciembre de 1591, en el sector conocido hoy con el nombre de Montañas de Santa Bárbara, el capitán español Gonzalo de Piña Ludueña fundó una villa que bautizó con el nombre de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza. Esta empresa fundadora se realizó por autorización del gobernador de la provincia del Espíritu Santo de La Grita, capitán Juan Velásquez de Velasco, y la aprobación del doctor Antonio González, presidente del Nuevo Reino de Granada.

En esa ocasión el fundador llegó con un grupo de personas y también lo acompañaba la orden imperial de fundar un pueblo que estuviera ubicado entre las ciudades de Mérida y Barinas. Venían con personal militar, religioso y seguramente inversionistas con ambiciosos deseos de poseer tierras, disponer de mano de obra barata y obtener ganancias económicas.

Una vez determinado el sitio, según el parecer de los fundadores, se ordenó despejar y limpiar el terreno de la maleza; luego se demarcó lo que sería la plaza pública y los solares destinados a la construcción de las viviendas de los moradores venidos de Mérida y Barinas a establecerse como hacendados. El fundador hizo colocar un tronco de madera en el centro de espacio escogido para la plaza y una cruz de palo en la parcela donde se levantaría el templo católico.

Acto seguido el capitán Gonzalo de Piña Ludueña, montado en su caballo dio dos vueltas en rededor de rolo de madera enterrado en lo que sería la plaza. Estando reunidos en torno suyo, el fraile dominico Cristóbal de Suárez, acompañantes, vecinos, encomenderos y regimiento; se desmontó, desenvainó su espada y preguntó a los presentes en voz alta y solemne quién se oponía a sus propósitos de fundar la villa de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza, no contestando nadie palabra alguna, descargó tres golpes contra el patrón de madera en señal de posesión en nombre de Dios y por la autoridad de su majestad el rey de España don Felipe II. Acto seguido envainó su espada, montó de nuevo en su caballo, levantó en alto el pendón de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza y gritó a los cuatro vientos haber fundado la nueva villa. Posteriormente se escucharon las atronadoras detonaciones de los arcabuces, con repetidos ecos en la profundidad de los bosques.

Terminada la ceremonia protocolar, el fundador procedió a repartir los solares para las casas de habitación, trazar las calles, ordenar la construcción del templo, y por supuesto repartir las tierras y encomiendas entre los colonos.

La historiografía señala que nativo de Gibraltar, el capitán Gonzalo de Piña Ludueña, al año siguiente de la fundación de Pedraza, en febrero de 1592, estableció el puerto de San Antonio de Gibraltar, al sur del Lago de Maracaibo, destacándose en la pacificación y conquista de aborígenes, lo que sumó méritos para que finalmente fuera designado Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, donde se desempeñó desde 1597 hasta el día de su muerte ocurrida el 15 de abril de 1600.

Se asegura que el capitán español vino con la orden gubernamental de fundar un pueblo que sirviera de lugar de descanso para la larga travesía que significaba viajar entre Barinas y Mérida y que además permitiera distraer a los belicosos aborígenes que constantemente amenazaban la paz de los residentes de ambas ciudades, lo que perjudicaba la tranquilidad necesaria para la realización del trabajo creador. Admitir esa aseveración es una ingenuidad. Los que vinieron para quedarse en la recién fundada villa no traían esa intención, más bien tenían definido como objetivo despojar de las tierras a sus verdaderos dueños, los aborígenes de la nación Jirajara. No trajeron sus propios  elementos humanos para emplearlos como trabajadores en las haciendas de cacao, café, añil, tabaco o caña de azúcar, ni para laborar en los hatos en la cría de ganado;  porque tenían el objetivo de esclavizar a los bravos, dignos, laboriosos y valerosos poseedores de los extensos y fértiles territorios del piedemonte.

Para realizar el despojo de las tierras y esclavizar a la población aborigen era necesario imponer su gobierno mediante la utilización de dos armas muy poderosas: un aparato militar descomunalmente superior a las capacidades defensivas de los nativos y el recurso ideológico, representado por la iglesia católica; muy particularmente por los sacerdotes que vinieron a domesticar con el catecismo a los pobladores originarios. Siempre existió entre los invasores que fundaron a Pedraza la mala intención de abusar, esa fue la razón de la presencia en el acto fundacional de numerosos efectivos militares, lo que hacía que la guerra por la tierra entre los naturales y los invasores fuera significativamente asimétrica.

La villa de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza experimentó en sus primeros años de vida un significativo crecimiento económico y social, al punto que el rey de España Felipe III le otorgó, por Real Cédula en el año de 1600, el título de ciudad. Se sospecha que tal decisión obedeció a la posibilidad cierta de recaudar impuestos para la Corona, por lo que había la necesidad de establecer una alcabala mediante la designación de una autoridad local, y para ello se requería decretar la constitución de un Ayuntamiento, y para que el Cabildo existiera era imperativo convertir legalmente a la villa en ciudad.

La resistencia fue tan violenta como la ocupación imperial española, la oposición fue una respuesta aborigen, digna de un pueblo que defendió sus derechos naturales. Había que destruir la ciudad que servía de asiento y morada a los usurpadores y explotadores. Varias veces intentaron hacerlo pero sin éxito, hasta que el primero de noviembre de 1616, veinticinco años después de fundada, un ataque Jirajara convirtió a la ciudad en cenizas.

EL FUNDADOR DE PEDRAZA

A finales del siglo XVI, en el año 1591, llegó a unos territorios ubicados a otro lado de la Sierra Nevada un grupo de personas que cumplían una misión del Estado imperial español: fundar una villa entre las ciudades de Mérida y Barinas. El contingente de hombres estaba conformado por Miguel Baltasar de Bedoya, Antonio de Monsalve, Francisco de Monsalve, Diego López de Arandia, Martín García de Buenavida, Juan Pérez de Cerrada, Antonio Alejandro de Castilla, Miguel de Ochagavía, Alonso de Velasco y otros más.

Los que llegaron al sitio seleccionado para fundar a la villa de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza estaban liderados por el capitán español Gonzalo de Piña Ludueña, que había nacido en Gibraltar, localidad ubicada en el punto más meridional de la península Ibérica y que domina la entrada occidental del mar Mediterráneo (Europa). Este fundador era descendiente de don Pedro González, Señor de la villa de Piña, un prominente funcionario al servicio de la Corona española porque fue Doncel y Caballerizo Mayor del rey Don Alfonso XI, Alcaide y Capitán General de la ciudad de Tarifa; distinguido en las jornadas que culminaron con la reconquista española de Gibraltar.

Gonzalo de Piña Ludueña, después de la fundación oficial de la villa de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza -el 20 de diciembre de 1591- estableció en febrero de 1592 el puerto de San Antonio de Gibraltar, ubicado el sur del Lago de Maracaibo. Este puerto está localizado hoy en territorio de municipio Sucre del estado Zulia. La importancia económica que en un principio se apreció en Pedraza, al punto de que en 1600 recibió del rey de España Felipe III el título de Ciudad  y la extraordinaria magnitud en el tráfico marítimo del puerto de San Antonio de Gibraltar, permite concluir con certeza que en ambas fundaciones privaron principalmente razones de orden económico.

El fundador de Pedraza tuvo una destacada actuación en la persecución, pacificación y conquista de aborígenes durante las campañas que emprendió en tierras contra los naturales, al punto de que fue premiado con el cargo de Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, en el que permaneció por espacio de tres años, desde 1597 hasta el día de su muerte ocurrida el 15 de abril de 1600.

Piña Ludueña murió en la ciudad de Caracas víctima de un ataque de apoplejía, una enfermedad caracterizada por una suspensión más o menos completa y por lo general súbita, de algunas funciones cerebrales, debida a una hemorragia, obstrucción o compresión de una arteria del cerebro.

LA PRIMERA MUDANZA

El día de Todos los Santos, el primero de noviembre del año 1616, la ciudad de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza fue convertida en cenizas y la mayoría de sus habitantes perdieron la vida en un feroz ataque de los aborígenes Jirajaras. La ciudad estaba ubicada en el Alto Curito, en el sector conocido hoy como Montañas de Santa Bárbara, muy cerca de la actual población de Pedraza La Vieja. Los bravos y dignos pobladores naturales de aquel extenso territorio del piedemonte vendieron cara la explotación, saqueo, abuso, vejación y despojo a que eran sometidos por parte de los ciudadanos que mayoritariamente habitaban en la ciudad que apenas tenía 25 años de fundada.

Los pocos sobrevivientes de aquel pavoroso ataque que se internaron en la zona boscosa para protegerse de sus atacantes decidieron mudar a la ciudad hacia el noreste, al pequeño valle de Los Mogotes, ubicado a la orilla del río Quiu. Con los que sobrevivieron y gente que vino de las ciudades de Barinas y Mérida fue reedificada Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza, dentro de una fortaleza para protegerla de la acción de los temibles Jirajaras que seguirían defendiendo sus justos derechos naturales. Por esta razón de disponer de una pared de tapias en forma de muralla se le conoció por algún tiempo con el nombre de Fuerte Mene. La reconstrucción de la ciudad ocurrió en los primeros meses del año 1617, seguramente eran unas pocas casas de habitación, el templo para la práctica religiosa y tal vez casi ninguna edificación gubernamental.

Para realizar la primera mudanza de Pedraza es enviado desde Mérida don Diego de Luna Pacheco con dos instrucciones bien precisas: una, trasladar y fundar de nuevo a la ciudad en un lugar más seguro; y la otra, que para darle mayor protección se le construyera una muralla protectora de sus enemigos. La orden de la construcción de esa pared protectora es una declaración manifiesta que se debe tener presente, pues es el reconocimiento tácito de que los residentes de la ciudad pensaban seguir teniendo conductas desagradables a los aborígenes. Sabía la mayoría de los ciudadanos de Pedraza que seguirían portándose mal, que continuarían vejando, abusando, despojando, maltratando, saqueando y explotando a la población aborigen. La construcción de tapias debe considerarse como una confesión de los usurpadores españoles y sus descendientes, de que tenían el objetivo de obtener beneficios económicos con la explotación de los Jirajaras y de sus tierras.

LA SEGUNDA MUDANZA

Una vez establecida la ciudad de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza en el valle de Los Mogotes, a orillas del riachuelo que hoy lleva el nombre de Quiu, permaneció allí por espacio de treinta años. Los belicosos aborígenes Jirajaras acosaban permanentemente a los moradores de la recién mudada ciudad, por lo que a la misma le fue construida la fortaleza de tapia.

A las tres décadas de existencia del pequeño poblado del Fuerte Mene ocurrió un hecho trascendental: una señora -seguramente la esposa de uno de los inversionistas invasores y explotadores establecidos en Pedraza- maltrató abusivamente a una esclava, de nombre Quiu, que hacía labores del hogar en su residencia. Es probable que por un error minúsculo, por una pequeña travesura de la joven aborigen, la iracunda esclavista le golpeara hasta hacerla desfallecer. La valerosa Quiu se levantó, abandonó secretamente el Fuerte Mene, fue al encuentro de su cacique en el bosque y le dio relación detallada de la acción exageradamente violenta e injusta de la mujer que le esclavizaba y maltrataba. El relato del aquel hecho produjo en el cacique un hondo dolor y una profunda indignación. El jefe aborigen comunicó lo informado a otros caciques que organizaron un poderoso ejército de naturales con la intención de atacar a la ciudad y cobrar venganza por hechos similares acontecidos en contra de la dignidad aborigen.

Los jefes aborígenes dieron instrucciones precisas a la joven Quiu: vuelve a la ciudad, entra secretamente al Fuerte, ofrece disculpas a la que cree que es tu dueña; cierra la puerta de la fortaleza, pero déjala sin trancar para penetrar al recinto de los explotadores. Eso ocurrió en el año 1647. El ataque se produjo y casi todas las construcciones fueron destruidas por el fuego y todos los que se encontraban allí murieron en la acción sorpresiva. Sobrevivieron sólo los que estaban fuera de la muralla. Salvaron sus vidas el sacerdote, quien se encontraba realizando diligencias fuera de la ciudad; algunos cultivadores que labraban en sus sembradíos y los que pastoreaban reses en las sabanas cercanas al poblado.

Los pocos sobrevivientes deambularon por espacio de más de dos años por la zona boscosa, huyendo de la persecución de sus atacantes. En el año 1649 el capitán Hernando de Garrido reúne a los pedraceños esparcidos en el bosque y los lleva hasta la ribera oriental del río Ticoporo para reconstruir la ciudad, constituyendo esta la segunda mudanza de Pedraza. Allí la ciudad adoptó un largo nombre: Nuestra Señora de Altagracia Ticoporo de Pedraza.

LA TERCERA MUDANZA

Sufrió muchas dificultades la ciudad de Nuestra Señora de Altagracia de Ticoporo de Pedraza estando en el sitio que actualmente ocupa la población rural de Palmasola, en el municipio Pedraza. Una de ellas estuvo constituida por el acecho de los aborígenes que persistían en sus deseos de desplazar de sus tierras a los invasores y llegaron en una oportunidad a quemar la mitad de las pocas casas de la pequeña ciudad. Otro serio inconveniente fue la presencia de una múltiple y abundante cantidad de insectos que hacían la vida casi imposible y que probablemente fue la causa de la ocurrencia de la peste de calenturas, que llegaba a producir hasta la muerte de las personas. Además como el nivel del terreno donde estaba asentada la ciudadela era más bajo que el del río Ticoporo, se producían frecuentes inundaciones que perjudicaban los cultivos y en consecuencia afectaba a la producción de alimentos, haciéndolos escasear de manera dramática, constituyendo esto una severa crisis económica padecida por  los habitantes de Pedraza.

Tan solo trece años permaneció allí la pequeña ciudad. Las calamidades hicieron que en el año 1662 el capitán don Alonso Jimeno de Bohórquez, investido con el cargo de Teniente de Gobernador y de Capitán de Guerra de la ciudad de Pedraza decidiera, con los vecinos, realizar la tercera mudanza de la ciudad el 18 de septiembre de 1662, a la otra orilla del río Ticoporo, pero más hacia el norte, a un sitio muy cercano al lugar que hoy ocupa la comunidad de Pintaderas, en el piedemonte andino.

Entonces se puede concluir que por razones de salubridad y de orden económico la ciudad de Pedraza fue mudada a un lugar que se suponía sano y con suelos muy fértiles. La rica fuente de agua fresca y cristalina también debió tomarse en cuenta a la hora de determinar el nuevo asiento de una ciudad que ya había ocupado tres lugares distintos en tan solo setenta años. La tercera mudanza seguramente estuvo llena de muchas esperanzas, tal vez fue una decisión tomada en paz, aunque siempre existió el permanente acecho de los naturales que mantenían en zozobra a los habitantes de la ciudad.

Al día siguiente de ocurrida la mudanza seguramente se definieron los lugares que ocuparían las rústicas edificaciones públicas, como el sitio en que se ubicaría la plaza, el templo, las sedes del gobierno y los solares particulares. Se hizo también su diseño geométrico con manzanas de ciento diez pasos y calles de quince. Se realizó ese mismo día un censo de los hombres con expresión militar, que alcanzó a treinta y una personas.

LA CUARTA MUDANZA

La ciudad de Pedraza permaneció durante cincuenta años en el cuarto asiento, ubicado en el piedemonte andino, muy cerca de la actual localidad de Pintaderas, a orillas del ahora denominado río La Acequia. La gente había llegado a ese lugar el 18 de septiembre de 1662, pero las cosas no estaban ocurriendo como para sentirse satisfechos del lugar de residencia y concluyeron que tenían que marcharse. En 1712 sucede la cuarta mudanza de Nuestra Señora de Altagracia de Ticoporo de Pedraza y la establecen más hacia el sur, en una llanura localizada entre dos cursos de agua, entre los hoy nombrados caño Los Negros y la quebrada Miricacoy, en el sitio de Tampacal.

En la ribera oriental del río La Acequia probablemente los suelos fueron perdiendo fertilidad por la intensa actividad agrícola de cincuenta años de explotación. Los aborígenes persistían en sus deseos de ahuyentar a los pobladores de la ciudad y la peste de calenturas hacía estragos en la población. Esperanzados en encontrar mejores suelos y en evitar las fiebres que agobiaban a los pedraceños, decidieron marcharse a Tampacal.

La cuarta mudanza muy probablemente también ocurrió por razones económicas y de salubridad, tal vez las mismas que obligaron a realizar el tercer cambio de asiento de la ciudad, de allá de la ribera occidental del río Ticoporo. Muy probablemente fue realizado el traslado de la ciudad por Alonso Jimeno Bohórquez (hijo), uno de los residentes de Pedraza que ejercía funciones de gobierno y autoridad en el Cabildo.

Muy pocas serían las residencias que tendrían que construirse porque la población de Pedraza estaba muy disminuida por efecto de la peste de calenturas y por la grave escasez de alimentos que se supone castigó severamente a los residentes de la cuarta sede de la peregrina ciudad que en setenta y un años había cambiado de lugar en cuatro oportunidades. Sin embargo la esperanza renacía con cada mudanza.

Cada vez que sucedía la reconstrucción de la ciudad resurgía la posibilidad de acabar definitivamente con sus pesares. Parecía una ciudad maldita, pero eran otras cuestiones las que hicieron obligar a los residentes a buscar mejores destinos. Tal vez en aquellos tiempos las adversas condiciones de vida no permitían sembrar en la gente un arraigado sentimiento de pertenencia y vinculación con la tierra y el espacio territorial de la ciudad. En Tampacal renacía la esperanza. Otra mudanza más, otro aliento de buen porvenir para la ciudad.

LA QUINTA MUDANZA

La ciudad de Pedraza permaneció en el sitio de Tampacal por un espacio de tiempo de setenta y cuatro años. También muchas penurias sufrió la viajera en su quinto asiento; allí tuvo que soportar los embates del ataque despiadado de la peste de calenturas que afectaba a un número considerable de personas que residían en el poblado. Fue espectacularmente grave la situación enfermiza de los pobladores. Las personas sufrían de fiebres continuadas y la mayoría de los afectados fallecían después de días y semanas de agonía. Eran sepultados sus cuerpos y las pertenencias incineradas para evitar los supuestos contagios a otros miembros de la vecindad. Sus vestidos,  hamaca,  catre y hasta su casa eran quemados con el objetivo de evitar la propagación de la peste que diezmaba a la población.

También se sospecha que hubo en aquellos tiempos una disminución grave de los alimentos, posiblemente ocasionada por la dificultad en el manejo de los suelos para la producción agrícola y por la escasez de mano de obra provocada por las muertes de personas que dejaba la peste de calenturas. La situación se hizo tan dramática que muchos de los pobladores comenzaron a abandonar la ciudad a tal punto que hubo una época en la que la ciudad prácticamente se quedó sin gobernantes para ejercer funciones de autoridad.

Los que abandonaron a Pedraza en el sitio de Tampacal huyeron a otros lugares. Unos se fueron a Curbatí, otros se marcharon más hacía el sur, en la ribera occidental del río Canaguá. El 30 de septiembre de 1782, don Tiburcio Farías, teniente de gobernador y justicia mayor de Pedraza; Simón José Dorantes y Agustín Lucerino Duque, alcaldes ordinarios de la ciudad y José Nicolás Gómez, síndico procurador consideran de manera oficial la quinta mudanza. En 1784 hicieron la solicitud de mudar la ciudad al lugar en el que desde hacía algún tiempo residían algunos pedraceños. La respuesta al pedimento tardó dos años en llegar y entonces el teniente de justicia mayor don Salvador Mejías, en 1786 traslada oficialmente la ciudad de Pedraza al lugar que actualmente ocupa en la margen derecha de río Canaguá. El traslado fue meramente un trámite de carácter oficial porque ya muchos de los residentes estaban establecidos en ese lugar.

La quinta y última mudanza constituyó el sexto asiento de la ciudad de Pedraza y abrigó una esperanza más en la búsqueda de una vida próspera sustentada en la paz. En 1787, un año después del traslado, la ciudad estaba constituida por unas sesenta casas.

LA CIUDAD CAMBIÓ DE NOMBRE DOS VECES

Ciudad Bolivia es el nombre oficial de la capital del municipio Pedraza, de la misma ciudad que fundó muy probablemente el 20 de diciembre de 1591 el capitán español Gonzalo de Piña Ludueña.

En el momento de la fundación fue bautizada con el nombre de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza. Seguramente el fundador era devoto de esa Santa. También existe la creencia de que el presidente del Reino de Nueva Granada, el doctor Antonio González, era oriundo de la villa española de Pedraza, ubicada en la provincia de Segovia, en el reino de España y que fue en su honor la colocación del nombre.

Cuando la ciudad fue reconstruida en su tercer asiento, en 1649, localizado en el mismo sitio donde hoy está la población de Palmasola, el nombre fue cambiado por primera vez. Desde allí la ciudad se llamó oficialmente Nuestra Señora de Altagracia de Ticoporo de Pedraza. De esa manera la ciudad adoptó para su nombre el adicional elemento aborigen, que se sumó al hispánico y religioso.

En 1864, estando en su último y definitivo asiento, se realizó una sesión extraordinaria del Concejo Municipal de Pedraza en la que intervino el sacerdote Francisco Antonio Garrido para proponer el cambio de nombre de la ciudad. La elocuencia del religioso y seguramente su estatura moral influyó en la decisión de solicitar a la legislatura regional la adopción de un nuevo nombre para la peregrina ciudad.

El 2 diciembre de 1864 la ciudad que había cambiado de asiento en cinco oportunidades cambió de nombre por segunda vez. Después de doscientos setenta y tres años modificó oficialmente su nombre. Ahora se le llama Ciudad Bolivia. Terminada la Guerra Federal un año antes, en 1863, la Legislatura Municipal del estado Zamora atiende la solicitud del Concejo Municipal de Pedraza y decide cambiarle el nombre a Nuestra Señora de Altagracia de Ticoporo de Pedraza por el de Ciudad Bolivia, tal vez para homenajear al Libertador Simón Bolívar o para rendirle tributo a su hija predilecta, la república de Bolivia.

Hace ciento cuarenta y ocho años que de manera oficial a la ciudad fundada en 1591 se le cambió de nombre por última vez, pero ni el tiempo ha sido capaz de cambiar la costumbre de llamarla con el nombre que fue bautizada en el siglo XVI. Casi todos la llaman simplemente Pedraza. Llamarla así en nada deshonra al Padre de la Patria y mucho menos ofende a la hermana república boliviana. En cambio referirse a ella con el nombre de Ciudad Bolivia ha generado serios problemas a sus habitantes. Es conveniente evaluar la posibilidad de modificar por tercera vez su nombre.

PERSONAJES PEDRACEÑOS DESTACADOS

Dominga Ortiz

En el pueblo de Canaguá, actual capital de la parroquia José Antonio Páez del municipio Pedraza, nació Do­minga Ortiz el primero de noviembre de 1792. Pertenecía a una familia de las que llamaban de la buena sociedad, hija de don Francisco de Paula Ortiz y de doña Micaela Orzúa, ambos propietarios de tierras y mucho ganado. Quedó huérfana a temprana edad y en 1807, a los 15 años, conoció al joven José Antonio Páez, quien huía del temor de que la justicia lo hiciera pagar por la vida de un salteador de caminos. Contrae matrimonio en la iglesia del pueblo de Canaguá con el “catire” Páez, el primero de julio de 1809, cuando ella apenas tenía dieciséis años de edad y él diecinueve. Tuvo dos hijos: Manuel Antonio y María del Rosario Felisa.

Por amar a la causa de la independencia y a su marido participó Dominga en algunas campañas de la guerra por la liberación de Venezuela del yugo español y prestó servicios a la causa revolucionaria. En 1816 organizó a un grupo de mujeres en Valle de la Pascua para atender y curar a los heridos del ejército de llaneros que luchaban por la emancipación. Con justicia esta extraordinaria y buena mujer ha sido considerada la primera enfermera del ejército patriota. Dominga fue una mujer modesta y profundamente bondadosa; era una bendición para la muchedumbre que emigraba de los pueblos por el horror a la guerra que producía el acoso de los realistas. El propio Libertador Simón Bolívar, cuando llegó al Apure en 1818, hizo públicas y oficiales manifestaciones de gratitud a esta mujer sin igual.

Tenía nuestra heroína muy arraigadas ideas católicas y era una mujer muy valiente al punto que, sin ningún temor, llegó a llamar públicamente por la prensa de la época ladrones a dos gobernadores de Venezuela: A Joaquín Herrera, gobernador de la provincia Carabobo y a Napoleón Sebastián Arteaga, gobernador de la provincia de Barinas.

Temerosa del odio desatado de sus enemigos políticos en la ciudad de Barinas, por la única razón de haber sido la esposa del protagonista de los hechos de 1848, se ve obligada a refugiarse en la ciudad de Pedraza. Allí vivió doña Dominga Ortiz, con 56 años de edad, sin recursos y en estado de pobreza. De Pedraza viajó a Barinas, Valencia y luego a Cumaná donde se hallaba prisionero Páez, para diligenciar su liberación.

Doña Dominga Ortiz fue una señora respetada y respetable. Sus contemporáneos reconocían perfectamente su labor meritoria, sabían de la grandeza de sus aportes a la lucha revolucionaria y también de su sacrificada vida. Murió en Caracas el 31 de diciembre de 1875, a los 83 años, en la casa de habitación de su hija María del Rosario Felisa, ubicada en la parroquia La Candelaria, entre las esquinas de Tracabordo y Guzmán Blanco, en Puente Yánez.

Enrique María Castro

El sacerdote Enrique María Castro nació en la ciudad de Pedraza el 19 de abril de 1829. Fueron  sus padres don Nicolás Castro Gallardo y doña Petronila de Castro. Ambos padres eran profundamente católicos y de buena posición económica. Fue bautizado el 9 de mayo de 1829 por el legendario cura José Simón Archila, el mismo que el primero de julio de 1809 ofició el matrimonio eclesiástico de José Antonio Páez con la pedraceña Dominga Ortiz en la población de Canaguá. Sobre el sacerdote granadino el presbítero Castro escribió una biografía titulada El Reverendo Padre Maestro Fray José Simón Archila.

Cursó estudios superiores en la ciudad de Mérida, allí obtuvo el título de Doctor en Cánones y de Presbítero a los veintiséis años de edad. Fue sacerdote en San Silvestre de Totumal, El Corozo y Barinas (Barinas); Mendoza, Trujillo y Valera (Trujillo); Quibor (Lara); Santa Lucía (Bolívar); Puerto Cabello (Carabobo); Lima (Perú) y Caracas.

El presbítero Enrique María Castro, fue un sacerdote culto, estudioso de la historia y gustaba del cultivo de la biografía porque, según su opinión, era muy conveniente divulgar la vida y la obra de los varones que en algún sentido hubieran hecho bien a la humanidad o a la patria. No estuvo su pensamiento ausente de los asuntos políticos. Siempre expresó la profunda tristeza que le producía el ejercicio político en Venezuela signado por el nefasto personalismo, que hoy todavía reina en muchas de nuestras instituciones del Estado. Y muchas veces afirmó que el desorden en el ejercicio del poder de la época eran la causa de la ruina moral y mate­rial de Venezuela.

Una de las actividades más productivas del doctor Enrique María Castro fue la de escribir. Algunos de los títulos  publicados más conocidos del sacerdote pedraceño son los siguientes: El matrimonio civil en Venezuela, Historia de Samuel, Profeta y Juez de Israel, Pío VII y Napoleón I, Historia de los Obispos de Mérida y de Maracaibo y Rasgos biográ­ficos de algunos curas ejemplares de la antigua Provincia de Barinas.

El cura Enrique María Castro fue el que ofició en la ciudad de Barinas los actos religiosos el 26 de enero de 1868 en el funeral del general José Ignacio Pulido, distinguido prócer de la Independencia de Venezuela.

Este sacerdote pedraceño murió a principios del siglo XX en la población carabobeña de Puerto Cabello, con un poco más de setenta años de edad.

Carlos María González Bona

Carlos María González Bona nació en la ciudad de Pedraza el 19 de noviembre de 1837. José Simón Archila, el mismo sacerdote que ofició en Canaguá el matrimonio eclesiástico de la pedraceña Dominga Ortiz con José Antonio Páez en 1809, fue el que bautizó a los pocos días de nacido, el 29 de noviembre, al hijo de José Antonio González y Antolina Bona.

Quien llegaría a ser considerado uno de los barineses más ilustres quedó huérfano de padre a la muy corta edad de cuatro años. Su abnegada madre se hizo cargo con mucho sacrificio de una familia con severas limitaciones económicas. En el Colegio Bolívar de la ciudad de Barinas el pequeño Carlos María inició la educación primaria. En 1856 prosigue estudios en Caracas en el Colegio Santo Tomás, obteniendo el título de Bachiller en Filosofía el 26 de octubre de 1858. Inició estudios por los que  obtiene el grado de Ingeniero en la Academia Militar de Matemáticas de Venezuela el 30 de abril de 1862, a los 24 años de edad; de igual manera, más tarde culmina la carrera de medicina, en la Universidad Central de Venezuela, egresando el 30 de octubre de 1864 con el título de Doctor en Medicina y Cirugía, contando con  26 años de edad. Siempre fue un excelente estudiante, a pesar de las dificultades que de todo tipo tuvo que sufrir.

Ejerció las profesiones de ingeniero y de médico, escribió artículos de opinión en periódicos de circulación regional en Táchira y Barinas. Durante su larga estadía en San Cristóbal estableció la primera botica que tuvo esa ciudad tachirense. Enseñó en la cátedra de matemáticas en el Colegio Nacional del Táchira. González Bona conforma el grupo de personas consideradas los pioneros de la industria del petróleo en Venezuela. El 12 de octubre de 1878 constituye junto a un grupo de venezolanos, entre ellos algunos barineses, la Compañía Petrolia del Táchira, la primera empresa de venezolanos que recibió y explotó una concesión petrolera en el país.

El ingeniero militar González Bona fue uno de los miembros fundadores del Colegio de Ingenieros de Venezuela, asociación fundada el 24 de octubre de 1860. Fue presidente del Consejo de Médicos hasta 1905. Se desempeñó como Registrador Principal de Caracas entre 1902 y 1908. En 1904 patentó industrialmente la fórmula del amargo estomacal aromático y tónico con base de corteza de angostura, conocido como Amargo de Angostura, un líquido aromático, higiénico y agradable bebida.

El doctor González Bona, murió en Caracas el 2 de noviembre de 1911, a la edad de 74 años.

José Simón Archila

José Simón Archila era sacerdote. Nació en Nueva Granada, ahora República de Colombia, en el año 1886. Por tal razón el padre Archila no era colombiano sino neogranadino. Nacido en la ciudad de Tunja, capital del actual departamento de Boyacá, el 28 de octubre de 1768, allí se hizo sacerdote e ingresó en el Convento de la Orden de Santo Domingo de Guzmán. Por eso se hizo misionero y por ello llegó a Pedraza a finales del siglo XVIII.

El padre Archila y los sacerdotes de la Orden Dominica que llegaron a la provincia de Barinas dedicaron sus actividades religiosas en los extensos territorios ocupados por aborígenes. El sacerdote pedraceño Enrique María Castro, escribió una biografía del misionero José Simón Archila en la que asegura que este religioso fue el fundador del pueblo de Canaguá, el mismo donde nació Dominga Ortiz. Pueblo que fue trasladado en 1850 al sitio que actualmente ocupa, también ubicado en la ribera occidental del río Canaguá.

El sacerdote José Simón Archila fue el que ofició en Canaguá el matrimonio eclesiástico de José Antonio Páez con Dominga Ortiz. El propio Páez, que había caído en desgracia con los realistas, trató en vano de utilizar una carta del sacerdote Archila para liberase de la prisión a que estaba sometido en Barinas. El padre Archila era patriota de corazón, por eso sufrió persecuciones de parte de los vecinos de Canaguá, que eran realistas hasta la médula.

Ejerció el curato en Pedraza en el año 1815, fue interino el ministerio parroquial durante 28 años, hasta 1843, cuando a los 75 años, a una edad muy avanzada y sordo, fue sustituido por el presbítero y doctor José Antonio Moreno. Fue un hombre servicial, honesto, bueno, ejemplar, serio, justo y siempre llevó una vida llena de mucha austeridad. Supo ganarse el cariño y el respeto de los pedraceños.

Murió muy anciano, probablemente en el año 1849, a la edad de 81 años. Fue sepultado en la Capilla de Nuestra Señora del Carmen, ubicada frente a la plaza Bolívar de la Ciudad de Pedraza. De cuando ocurrió su muerte no se tiene la fecha exacta, porque alguien lamentablemente olvidó asentar el acta de defunción de este extraordinario hombre, que nacido en otras tierras, muchos servicios le prestó a Pedraza.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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GARRIDO, Sabina. (1991). Sublime y Azul (Poesía e Historia Pedraceña). Primera edición. Editorial Multi-impresos. (Barinas – Venezuela).

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