PRÓLOGO
Las páginas que
conforman este libro vienen impregnadas del deseo y de la pasión que ha
caracterizado a su autor por querer dar a conocer a la tierra que le vio nacer.
Suelo que por cierto es rico en hechos, personajes, aventuras y odiseas que
bien calzan en una novela caballeresca; donde la fábula, recreación y animación
del hecho histórico producen el escenario favorable para adentrarse a
desentrañar una trama que eleve el interés en las actuales y futuras
generaciones por conocer y valorar su origen.
Me atrevería a
asegurar, conociendo al autor de esta interesante obra: PEDRAZA, fundación y mudanzas; que no despreciará la idea de pensar en
novelar la historia de su Pedraza, la peregrina, esa que magistralmente siempre
nos cuenta con orgullo en amenas tertulias.
Sin duda, mi buen amigo y colega cronista
Henry Nadales, ilustre pedraceño, lleva como añoranza solariega un arsenal de
historias y leyendas que va tejiendo en el discurso de una prosa amable que
enaltece su oficio de cronista.
Vayan para él mis congratulaciones por
regalarnos estas páginas escritas con la sana y sabia intención de “contribuir con la divulgación de una parte
de la historia de la fundación y del peregrinaje de la ciudad que hoy cumple el
encargo ser la capital del municipio Pedraza del estado Barinas de la República
Bolivariana de Venezuela”.
Con esa advertencia del autor, percibimos el
cumplimiento cabal, apasionado y amoroso del oficio de un cronista por la tierra
que le vio nacer; además hace comprender que las líneas que conforman este
libro inducirán al lector a conocer y enclavarse en el devenir histórico de
Pedraza.
Henry Nadales, economista de profesión, pero
cronista por excelencia y oficio, de
verbo fluido, buen timbre de voz
y con una seguridad absoluta. Cuenta con pasión, conocimiento y dominio
la historia de hechos y personajes, que lo convierte en un grato y excelente
orador. En esta ocasión nos escribe un pedagógico, ameno e interesante libro,
que bien supo titular PEDRAZA, fundación y mudanzas, cuyas
páginas contienen una breve referencia sobre “las razones que privaron para realizar el acto fundacional y las causas
que provocaron los cinco traslados de la segunda población establecida por los
conquistadores y pobladores españoles a finales del siglo XVI en el actual
territorio del estado Barinas”.
Las páginas endosadas en el libro también
hacen referencia de algunos destacados personajes pedraceños, así como los
cambios de nombre y denominación que a través del tiempo ha experimentado la
ciudad.
José Antonio Páez,
Ramón Ignacio Briceño, José Félix Ribas
y Ciudad Bolivia, conforman las
cuatro parroquias que componen al municipio Pedraza. Ciudad Bolivia es la
capital.
El municipio Pedraza ha sufrido diversas desmembraciones,
en la actualidad limita al norte con el estado Mérida,
comprendido entre los nacimientos del río Acequia o Ticoporo, denominada
Quebrada del Loro y el Alto de Granate; al este con los municipios Barinas y
Bolívar, por los límites descritos de dichos municipios en sus lados
correspondientes con el municipio Pedraza y comprendido entre el Alto de
Granate, el río Pajuí y la desembocadura del río Canaguá, en el río Apure; al sur
con el estado Apure por el río Apure desde la desembocadura del río Canaguá
aguas arriba hasta la desembocadura del Caño Negro y limitando con el municipio
Ezequiel Zamora, continúa el límite por el Caño Negro aguas arriba hasta el
punto donde es cortado por la línea norte-sur que parte de la desembocadura del
río Suripá y de ahí siguiendo agua abajo por el río Suripá limitando con el sur
del municipio Antonio José de Sucre, hasta la desembocadura del río Ticoporo o
Acequia en el sitio conocido como Puerto de Boca de Anaro; al oeste con el
municipio Antonio José de Sucre, que comprende entre los nacimientos del río
Acequia o Ticoporo denominado Quebrada del Loro, de aquí el límite toma aguas
abajo por el río Acequia, hasta llegar al puente situado en la Troncal Cinco
que conduce desde Barinas hasta Santa Bárbara de Barinas, continúa en dirección
a esta última hasta encontrar otro puente situado sobre el Caño Merepure,
continuando por este aguas abajo hasta su confluencia en el río Acequia, para
proseguir con su cauce hasta su desembocadura en el río Anaro, en el cual
continua hasta llegar al sitio conocido como Puerto Boca de Anaro que es la
confluencia de dicho río en el Suripá.
Posee una superficie de 6.693 Km2
y una población de 72.373, habitantes, según el Censo
del año 2012.
Pedraza es un municipio
eminentemente agrícola y pecuario, sus suelos son considerados como los más
aptos para ambas actividades. En materia de industrias, Pedraza cuenta con un
frigorífico industrial, considerado como uno de los mejores de Sudamérica, con
capacidad para beneficiar más de 800 reses diarias.
Además posee grandes riquezas
arqueológicas en los sitios de Curbatí, Acequia y San Rafael de Catalina, y una
cantidad de montículos y calzadas extendidas en todo el territorio del
Municipio.
Sus inmensos y hermosos parajes
son cruzados por numerosos ríos, riachuelos y quebradas que vienen de las frías
montañas andinas, ríos que van a desembocar al caudaloso río Apure. El Canaguá,
la Acequia, el Ticoporo, el San Rafael, el Sinigui, el
Pagüey, el Anaro, el Caparo, el Suripá y parte del río Apure, constituyen el
gran potencial hídrico natural que le ha merecido el nombramiento de “Pedraza, capital de los ríos de Venezuela”.
Entre los últimos
días del mes de julio y los primeros de agosto de cada año, se celebran las Ferias
Internacionales, Llanos, Ríos y Montañas en honor a su patrono Santo Domingo de
Guzmán.
De los personajes más
destacados nacidos en su territorio, destacan doña Dominga Ortiz de Páez, el
coronel Rafael López, el sacerdote
Enrique María Castro, el doctor Carlos González Bona, José Antonio Baldó,
Jesús María Hernández y don Vicente Peña Pulido, entre otros.
Con la templanza de un acucioso y tenaz
investigador, Henry Nadales, nos regala este didáctico e interesante libro; no
aspira otra fama, sino la de ver a su lar nativo enaltecido en el pedestal de
la historia y el reconocimiento al gentilicio jirajara, cuyos habitantes
originarios no se doblegaron ante el invasor español, tal vez de allí hereda la
reciedumbre el pedraceño, la constancia y firmeza de sobrevivir ante tantas
adversidades y vicisitudes que por más
de cuatrocientos años ha tenido que enfrentar el lugareño común.
Ya entendemos de donde le viene a Henry Nadales,
la constancia, tenacidad, perseverancia y espíritu combativo que lo perfila
como si fuese su proyecto de vida.
Sólo me resta decir que la solidaridad,
amistad y compromiso que nos une por poner en alto el nombre de Barinas, nos
amalgama en un solo sentimiento: La barinidad. Recordando que Barinas, será Barinas/Pedraza, será Pedraza/y
el Palacio del Marqués/cagadero del que pasa.
Alberto
Pérez Larrarte
Cronista
Oficial del Municipio Barinas del Estado Barinas
Presidente
de la Asociación Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela (ANCOV)
PRESENTACIÓN
Este libro titulado PEDRAZA,
fundación y mudanzas contiene en sus líneas una referencia breve sobre las
razones que privaron para realizar el acto fundacional y las causas que provocaron
los cinco traslados de la segunda población establecida por los conquistadores
y pobladores españoles a finales del siglo XVI en el actual territorio del estado
Barinas.
La pretensión de este escrito es la de contribuir con la divulgación de
una parte de la historia de la fundación y del peregrinaje de la ciudad que hoy
cumple el encargo ser de la capital del municipio Pedraza del estado Barinas,
de la República Bolivariana de Venezuela.
También tiene este libro en su cuerpo un aparte que refiere los tres
nombres que durante su devenir histórico ha tenido la ciudad y una relación
simplificada de los dos cambios de denominación.
Además fueron incorporadas las biografías de la heroína Dominga Ortiz,
el fraile dominico José Simón Archila, el sacerdote Enrique María Castro y el
doctor Carlos María González Bona, cuatro personajes pedraceños destacados.
Ojalá que esta modesta publicación, para una rápida lectura, permita una
pronta comprensión de la enorme significación histórica de Pedraza.
Henry Nadales
10 de agosto de 2013.
Henry Nadales
10 de agosto de 2013.
PEDRAZA,
LA PALABRA
Cuando pronunciamos
o escuchamos decir a otros la palabra Pedraza inmediatamente nos viene a la
mente un pueblo, una ciudad o un territorio que tiene ese nombre; pero no se
nos ocurre detenernos a pensar un poco en su real significado. Muchos nos hemos
preguntado ¿Cuál es el significado de la palabra Pedraza? También nos
interrogamos sobre el origen de esta palabra. ¿De dónde viene esta palabra?,
porque con toda seguridad que no es una palabra aborigen, seguramente la
trajeron los conquistadores y fundadores de ciudades españolas en territorio
americano.
Lo lógico es que al
preguntarnos el significado de las palabras busquemos auxilio del Diccionario
de la Real Academia de la Lengua Española, si es que tenemos la certeza que
ella tiene su origen en España. Como sospechamos que la palabra Pedraza tiene
su nacimiento allá, procedimos a realizar su búsqueda, pero no la encontramos.
No aparece el significado Pedraza en el diccionario de la lengua española. Pero
algo debe significar, ninguna sociedad va a convenir la utilización de una
palabra sin significado alguno. ¿Qué significa, entonces, Pedraza? La búsqueda
hay que realizarla en otra parte. ¿Dónde buscarla?
Pensamos que la
búsqueda hay que hacerla en el propio sitio de los acontecimientos y en la
forma de escribir la palabra. Las reglas de la ortografía española establecen
que entre otras se debe escribir con la letra z las terminaciones aumentativas
azo y aza, como por ejemplo puñetazo o mujeraza. La palabra Pedraza
precisamente termina en aza, lo que indica que tiene relación con algo grande o
aumentado. En España, desde donde el español fundador muy probablemente trajo
la palabra, hay desde hace mucho tiempo, del que no se tiene fecha exacta de su
fundación, una villa con el nombre de Pedraza. Hoy es un municipio español agrícola
y ganadero con una extraordinaria actividad turística. Esa villa de Pedraza fue
construida precisamente sobre una roca, en la superficie de una piedra inmensa.
Ahora bien,
teniendo en cuenta la regla ortográfica y la condición de estar ubicada sobre una
piedra grande la ciudad española que probablemente dio origen al nombre con que
el capitán español Gonzalo de Piña Ludueña bautizó a la villa de Nuestra Señora
de Altagracia de Pedraza en 1591, es perfectamente lógico concluir que la
palabra Pedraza signifique piedra grande.
Esta es una
relación aproximada de un ejercicio intelectual que tiene la intención de
encontrar el significado de la palabra Pedraza. No tiene el deseo de
convertirse en una verdad invariable, estará sometida a la fuerza de los cambios
que produce la búsqueda de la verdad.
LA FUNDACIÓN DE PEDRAZA
Muy probablemente el 20 de diciembre de 1591, en el
sector conocido hoy con el nombre de Montañas de Santa Bárbara, el capitán
español Gonzalo de Piña Ludueña fundó una villa que bautizó con el nombre de
Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza. Esta empresa
fundadora se realizó por autorización del gobernador de la provincia del
Espíritu Santo de La Grita, capitán Juan Velásquez de Velasco, y la aprobación
del doctor Antonio González, presidente del Nuevo Reino de Granada.
En esa ocasión el fundador llegó con un grupo de
personas y también lo acompañaba la orden imperial de fundar un pueblo que
estuviera ubicado entre las ciudades de Mérida y Barinas. Venían con personal
militar, religioso y seguramente inversionistas con ambiciosos deseos de poseer
tierras, disponer de mano de obra barata y obtener ganancias económicas.
Una vez determinado el sitio, según el parecer de los fundadores, se
ordenó despejar y limpiar el terreno de la maleza; luego se demarcó lo que sería
la plaza pública y los solares destinados a la construcción de las viviendas de
los moradores venidos de Mérida y Barinas a establecerse como hacendados. El
fundador hizo colocar un tronco de madera en el centro de espacio escogido para
la plaza y una cruz de palo en la parcela donde se levantaría el templo
católico.
Acto seguido el capitán
Gonzalo de Piña Ludueña, montado en su caballo dio dos vueltas en rededor de
rolo de madera enterrado en lo que sería la plaza. Estando reunidos en torno
suyo, el fraile dominico Cristóbal de Suárez, acompañantes, vecinos,
encomenderos y regimiento; se desmontó, desenvainó su espada y preguntó a los
presentes en voz alta y solemne quién se oponía a sus propósitos de fundar la villa
de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza, no contestando nadie palabra
alguna, descargó tres golpes contra el patrón de madera en señal de posesión en
nombre de Dios y por la autoridad de su majestad el rey de España don Felipe II.
Acto seguido envainó su espada, montó de nuevo en su caballo, levantó en alto
el pendón de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza y gritó a los cuatro
vientos haber fundado la nueva villa. Posteriormente se escucharon las atronadoras
detonaciones de los arcabuces, con repetidos ecos en la profundidad de los
bosques.
Terminada la ceremonia protocolar, el fundador procedió a repartir los
solares para las casas de habitación, trazar las calles, ordenar la
construcción del templo, y por supuesto repartir las tierras y encomiendas
entre los colonos.
La historiografía
señala que nativo de Gibraltar, el capitán Gonzalo de Piña Ludueña, al año
siguiente de la fundación de Pedraza, en febrero de 1592, estableció el puerto
de San Antonio de Gibraltar, al sur del Lago de Maracaibo, destacándose en la
pacificación y conquista de aborígenes, lo que sumó méritos para que finalmente
fuera designado Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela,
donde se desempeñó desde 1597 hasta el día de su muerte ocurrida el 15 de abril
de 1600.
Se asegura que el capitán español vino con la orden
gubernamental de fundar un pueblo que sirviera de lugar de descanso para la
larga travesía que significaba viajar entre Barinas y Mérida y que además
permitiera distraer a los belicosos aborígenes que constantemente amenazaban la
paz de los residentes de ambas ciudades, lo que perjudicaba la tranquilidad
necesaria para la realización del trabajo creador. Admitir esa aseveración es
una ingenuidad. Los que vinieron para quedarse en la recién fundada villa no traían
esa intención, más bien tenían definido como objetivo despojar de las tierras a
sus verdaderos dueños, los aborígenes de la nación Jirajara. No trajeron sus
propios elementos humanos para
emplearlos como trabajadores en las haciendas de cacao, café, añil, tabaco o
caña de azúcar, ni para laborar en los hatos en la cría de ganado; porque tenían el objetivo de esclavizar a los
bravos, dignos, laboriosos y valerosos poseedores de los extensos y fértiles
territorios del piedemonte.
Para realizar el despojo de las tierras y esclavizar
a la población aborigen era necesario imponer su gobierno mediante la
utilización de dos armas muy poderosas: un aparato militar descomunalmente
superior a las capacidades defensivas de los nativos y el recurso ideológico,
representado por la iglesia católica; muy particularmente por los sacerdotes
que vinieron a domesticar con el catecismo a los pobladores originarios.
Siempre existió entre los invasores que fundaron a Pedraza la mala intención de
abusar, esa fue la razón de la presencia en el acto fundacional de numerosos
efectivos militares, lo que hacía que la guerra por la tierra entre los naturales
y los invasores fuera significativamente asimétrica.
La villa de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza
experimentó en sus primeros años de vida un significativo crecimiento económico
y social, al punto que el rey de España Felipe III le otorgó, por Real Cédula en
el año de 1600, el título de ciudad. Se sospecha que tal decisión obedeció a la
posibilidad cierta de recaudar impuestos para la Corona, por lo que había la
necesidad de establecer una alcabala mediante la designación de una autoridad
local, y para ello se requería decretar la constitución de un Ayuntamiento, y
para que el Cabildo existiera era imperativo convertir legalmente a la villa en
ciudad.
La resistencia fue tan violenta como la ocupación
imperial española, la oposición fue una respuesta aborigen, digna de un pueblo
que defendió sus derechos naturales. Había que destruir la ciudad que servía de
asiento y morada a los usurpadores y explotadores. Varias veces intentaron
hacerlo pero sin éxito, hasta que el primero de noviembre de 1616, veinticinco
años después de fundada, un ataque Jirajara convirtió a la ciudad en cenizas.
EL FUNDADOR DE PEDRAZA
A
finales del siglo XVI, en el año 1591, llegó a unos territorios ubicados a otro
lado de la Sierra Nevada un grupo de personas que cumplían una misión del
Estado imperial español: fundar una villa entre las ciudades de Mérida y
Barinas. El contingente de hombres estaba conformado por Miguel Baltasar de
Bedoya, Antonio de Monsalve, Francisco de Monsalve, Diego López de Arandia,
Martín García de Buenavida, Juan Pérez de Cerrada, Antonio Alejandro de
Castilla, Miguel de Ochagavía, Alonso de Velasco y otros más.
Los
que llegaron al sitio seleccionado para fundar a la villa de Nuestra Señora de
Altagracia de Pedraza estaban liderados por el capitán español Gonzalo de Piña
Ludueña, que había nacido en Gibraltar, localidad ubicada en el punto más
meridional de la península Ibérica y que domina la entrada occidental del mar
Mediterráneo (Europa). Este fundador era descendiente de don Pedro González,
Señor de la villa de Piña, un prominente funcionario al servicio de la Corona
española porque fue Doncel y Caballerizo Mayor del rey Don Alfonso XI, Alcaide
y Capitán General de la ciudad de Tarifa; distinguido en las jornadas que culminaron
con la reconquista española de Gibraltar.
Gonzalo
de Piña Ludueña, después de la fundación oficial de la villa de Nuestra Señora
de Altagracia de Pedraza -el 20 de diciembre de 1591- estableció en febrero de
1592 el puerto de San Antonio de Gibraltar, ubicado el sur del Lago de
Maracaibo. Este puerto está localizado hoy en territorio de municipio Sucre del
estado Zulia. La importancia económica que en un principio se apreció en
Pedraza, al punto de que en 1600 recibió del rey de España Felipe III el título
de Ciudad y la extraordinaria magnitud
en el tráfico marítimo del puerto de San Antonio de Gibraltar, permite concluir
con certeza que en ambas fundaciones privaron principalmente razones de orden
económico.
El
fundador de Pedraza tuvo una destacada actuación en la persecución,
pacificación y conquista de aborígenes durante las campañas que emprendió en
tierras contra los naturales, al punto de que fue premiado con el cargo de
Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, en el que permaneció
por espacio de tres años, desde 1597 hasta el día de su muerte ocurrida el 15
de abril de 1600.
Piña
Ludueña murió en la ciudad de Caracas víctima de un ataque de apoplejía, una
enfermedad caracterizada por una suspensión más o menos completa y por lo
general súbita, de algunas funciones cerebrales, debida a una hemorragia,
obstrucción o compresión de una arteria del cerebro.
LA PRIMERA MUDANZA
El
día de Todos los Santos, el primero de noviembre del año 1616, la ciudad de Nuestra
Señora de Altagracia de Pedraza fue convertida en cenizas y la mayoría de sus
habitantes perdieron la vida en un feroz ataque de los aborígenes Jirajaras. La
ciudad estaba ubicada en el Alto Curito, en el sector conocido hoy como
Montañas de Santa Bárbara, muy cerca de la actual población de Pedraza La
Vieja. Los bravos y dignos pobladores naturales de aquel extenso territorio del
piedemonte vendieron cara la explotación, saqueo, abuso, vejación y despojo a
que eran sometidos por parte de los ciudadanos que mayoritariamente habitaban
en la ciudad que apenas tenía 25 años de fundada.
Los
pocos sobrevivientes de aquel pavoroso ataque que se internaron en la zona
boscosa para protegerse de sus atacantes decidieron mudar a la ciudad hacia el
noreste, al pequeño valle de Los Mogotes, ubicado a la orilla del río Quiu. Con
los que sobrevivieron y gente que vino de las ciudades de Barinas y Mérida fue
reedificada Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza, dentro de una fortaleza
para protegerla de la acción de los temibles Jirajaras que seguirían
defendiendo sus justos derechos naturales. Por esta razón de disponer de una
pared de tapias en forma de muralla se le conoció por algún tiempo con el
nombre de Fuerte Mene. La reconstrucción de la ciudad ocurrió en los primeros
meses del año 1617, seguramente eran unas pocas casas de habitación, el templo
para la práctica religiosa y tal vez casi ninguna edificación gubernamental.
Para
realizar la primera mudanza de Pedraza es enviado desde Mérida don Diego de
Luna Pacheco con dos instrucciones bien precisas: una, trasladar y fundar de
nuevo a la ciudad en un lugar más seguro; y la otra, que para darle mayor
protección se le construyera una muralla protectora de sus enemigos. La orden
de la construcción de esa pared protectora es una declaración manifiesta que se
debe tener presente, pues es el reconocimiento tácito de que los residentes de
la ciudad pensaban seguir teniendo conductas desagradables a los aborígenes.
Sabía la mayoría de los ciudadanos de Pedraza que seguirían portándose mal, que
continuarían vejando, abusando, despojando, maltratando, saqueando y explotando
a la población aborigen. La construcción de tapias debe considerarse como una
confesión de los usurpadores españoles y sus descendientes, de que tenían el
objetivo de obtener beneficios económicos con la explotación de los Jirajaras y
de sus tierras.
LA SEGUNDA MUDANZA
Una vez establecida la ciudad de Nuestra Señora de
Altagracia de Pedraza en el valle de Los Mogotes, a orillas del riachuelo que
hoy lleva el nombre de Quiu, permaneció allí por espacio de treinta años. Los
belicosos aborígenes Jirajaras acosaban permanentemente a los moradores de la
recién mudada ciudad, por lo que a la misma le fue construida la fortaleza de
tapia.
A las tres décadas de existencia del pequeño poblado
del Fuerte Mene ocurrió un hecho trascendental: una señora -seguramente la
esposa de uno de los inversionistas invasores y explotadores establecidos en
Pedraza- maltrató abusivamente a una esclava, de nombre Quiu, que hacía labores
del hogar en su residencia. Es probable que por un error minúsculo, por una
pequeña travesura de la joven aborigen, la iracunda esclavista le golpeara
hasta hacerla desfallecer. La valerosa Quiu se levantó, abandonó secretamente
el Fuerte Mene, fue al encuentro de su cacique en el bosque y le dio relación
detallada de la acción exageradamente violenta e injusta de la mujer que le
esclavizaba y maltrataba. El relato del aquel hecho produjo en el cacique un
hondo dolor y una profunda indignación. El jefe aborigen comunicó lo informado
a otros caciques que organizaron un poderoso ejército de naturales con la
intención de atacar a la ciudad y cobrar venganza por hechos similares
acontecidos en contra de la dignidad aborigen.
Los jefes aborígenes dieron instrucciones precisas a
la joven Quiu: vuelve a la ciudad, entra secretamente al Fuerte, ofrece
disculpas a la que cree que es tu dueña; cierra la puerta de la fortaleza, pero
déjala sin trancar para penetrar al recinto de los explotadores. Eso ocurrió en
el año 1647. El ataque se produjo y casi todas las construcciones fueron
destruidas por el fuego y todos los que se encontraban allí murieron en la
acción sorpresiva. Sobrevivieron sólo los que estaban fuera de la muralla.
Salvaron sus vidas el sacerdote, quien se encontraba realizando diligencias
fuera de la ciudad; algunos cultivadores que labraban en sus sembradíos y los
que pastoreaban reses en las sabanas cercanas al poblado.
Los pocos sobrevivientes deambularon por espacio de
más de dos años por la zona boscosa, huyendo de la persecución de sus
atacantes. En el año 1649 el capitán Hernando de Garrido reúne a los pedraceños
esparcidos en el bosque y los lleva hasta la ribera oriental del río Ticoporo
para reconstruir la ciudad, constituyendo esta la segunda mudanza de Pedraza.
Allí la ciudad adoptó un largo nombre: Nuestra Señora de Altagracia Ticoporo de
Pedraza.
LA TERCERA MUDANZA
Sufrió muchas dificultades la ciudad de Nuestra
Señora de Altagracia de Ticoporo de Pedraza estando en el sitio que actualmente
ocupa la población rural de Palmasola, en el municipio Pedraza. Una de ellas
estuvo constituida por el acecho de los aborígenes que persistían en sus deseos
de desplazar de sus tierras a los invasores y llegaron en una oportunidad a
quemar la mitad de las pocas casas de la pequeña ciudad. Otro serio
inconveniente fue la presencia de una múltiple y abundante cantidad de insectos
que hacían la vida casi imposible y que probablemente fue la causa de la
ocurrencia de la peste de calenturas, que llegaba a producir hasta la muerte de
las personas. Además como el nivel del terreno donde estaba asentada la
ciudadela era más bajo que el del río Ticoporo, se producían frecuentes
inundaciones que perjudicaban los cultivos y en consecuencia afectaba a la
producción de alimentos, haciéndolos escasear de manera dramática,
constituyendo esto una severa crisis económica padecida por los habitantes de Pedraza.
Tan solo trece años permaneció allí la pequeña
ciudad. Las calamidades hicieron que en el año 1662 el capitán don Alonso
Jimeno de Bohórquez, investido con el cargo de Teniente de Gobernador y de
Capitán de Guerra de la ciudad de Pedraza decidiera, con los vecinos, realizar
la tercera mudanza de la ciudad el 18 de septiembre de 1662, a la otra orilla del
río Ticoporo, pero más hacia el norte, a un sitio muy cercano al lugar que hoy
ocupa la comunidad de Pintaderas, en el piedemonte andino.
Entonces se puede concluir que por razones de
salubridad y de orden económico la ciudad de Pedraza fue mudada a un lugar que
se suponía sano y con suelos muy fértiles. La rica fuente de agua fresca y
cristalina también debió tomarse en cuenta a la hora de determinar el nuevo
asiento de una ciudad que ya había ocupado tres lugares distintos en tan solo
setenta años. La tercera mudanza seguramente estuvo llena de muchas esperanzas,
tal vez fue una decisión tomada en paz, aunque siempre existió el permanente
acecho de los naturales que mantenían en zozobra a los habitantes de la ciudad.
Al día siguiente de ocurrida la mudanza seguramente
se definieron los lugares que ocuparían las rústicas edificaciones públicas,
como el sitio en que se ubicaría la plaza, el templo, las sedes del gobierno y
los solares particulares. Se hizo también su diseño geométrico con manzanas de
ciento diez pasos y calles de quince. Se realizó ese mismo día un censo de los
hombres con expresión militar, que alcanzó a treinta y una personas.
LA CUARTA MUDANZA
La ciudad de Pedraza permaneció durante cincuenta
años en el cuarto asiento, ubicado en el piedemonte andino, muy cerca de la
actual localidad de Pintaderas, a orillas del ahora denominado río La Acequia.
La gente había llegado a ese lugar el 18 de septiembre de 1662, pero las cosas
no estaban ocurriendo como para sentirse satisfechos del lugar de residencia y
concluyeron que tenían que marcharse. En 1712 sucede la cuarta mudanza de
Nuestra Señora de Altagracia de Ticoporo de Pedraza y la establecen más hacia
el sur, en una llanura localizada entre dos cursos de agua, entre los hoy
nombrados caño Los Negros y la quebrada Miricacoy, en el sitio de Tampacal.
En la ribera oriental del río La Acequia
probablemente los suelos fueron perdiendo fertilidad por la intensa actividad
agrícola de cincuenta años de explotación. Los aborígenes persistían en sus
deseos de ahuyentar a los pobladores de la ciudad y la peste de calenturas
hacía estragos en la población. Esperanzados en encontrar mejores suelos y en evitar
las fiebres que agobiaban a los pedraceños, decidieron marcharse a Tampacal.
La cuarta mudanza muy probablemente también ocurrió
por razones económicas y de salubridad, tal vez las mismas que obligaron a
realizar el tercer cambio de asiento de la ciudad, de allá de la ribera
occidental del río Ticoporo. Muy probablemente fue realizado el traslado de la
ciudad por Alonso Jimeno Bohórquez (hijo), uno de los residentes de Pedraza que
ejercía funciones de gobierno y autoridad en el Cabildo.
Muy pocas serían las residencias que tendrían que
construirse porque la población de Pedraza estaba muy disminuida por efecto de
la peste de calenturas y por la grave escasez de alimentos que se supone
castigó severamente a los residentes de la cuarta sede de la peregrina ciudad
que en setenta y un años había cambiado de lugar en cuatro oportunidades. Sin
embargo la esperanza renacía con cada mudanza.
Cada vez que sucedía la reconstrucción de la ciudad
resurgía la posibilidad de acabar definitivamente con sus pesares. Parecía una
ciudad maldita, pero eran otras cuestiones las que hicieron obligar a los
residentes a buscar mejores destinos. Tal vez en aquellos tiempos las adversas
condiciones de vida no permitían sembrar en la gente un arraigado sentimiento
de pertenencia y vinculación con la tierra y el espacio territorial de la
ciudad. En Tampacal renacía la esperanza. Otra mudanza más, otro aliento de
buen porvenir para la ciudad.
LA QUINTA MUDANZA
La ciudad de Pedraza permaneció en el sitio de
Tampacal por un espacio de tiempo de setenta y cuatro años. También muchas
penurias sufrió la viajera en su quinto asiento; allí tuvo que soportar los
embates del ataque despiadado de la peste de calenturas que afectaba a un
número considerable de personas que residían en el poblado. Fue
espectacularmente grave la situación enfermiza de los pobladores. Las personas
sufrían de fiebres continuadas y la mayoría de los afectados fallecían después
de días y semanas de agonía. Eran sepultados sus cuerpos y las pertenencias
incineradas para evitar los supuestos contagios a otros miembros de la
vecindad. Sus vestidos, hamaca, catre y hasta su casa eran quemados con el
objetivo de evitar la propagación de la peste que diezmaba a la población.
También se sospecha que hubo en aquellos tiempos una
disminución grave de los alimentos, posiblemente ocasionada por la dificultad
en el manejo de los suelos para la producción agrícola y por la escasez de mano
de obra provocada por las muertes de personas que dejaba la peste de
calenturas. La situación se hizo tan dramática que muchos de los pobladores
comenzaron a abandonar la ciudad a tal punto que hubo una época en la que la
ciudad prácticamente se quedó sin gobernantes para ejercer funciones de
autoridad.
Los que abandonaron a Pedraza en el sitio de
Tampacal huyeron a otros lugares. Unos se fueron a Curbatí, otros se marcharon
más hacía el sur, en la ribera occidental del río Canaguá. El 30 de septiembre
de 1782, don Tiburcio Farías, teniente de gobernador y justicia mayor de
Pedraza; Simón José Dorantes y Agustín Lucerino Duque, alcaldes ordinarios de
la ciudad y José Nicolás Gómez, síndico procurador consideran de manera oficial
la quinta mudanza. En 1784 hicieron la solicitud de mudar la ciudad al lugar en
el que desde hacía algún tiempo residían algunos pedraceños. La respuesta al
pedimento tardó dos años en llegar y entonces el teniente de justicia mayor don
Salvador Mejías, en 1786 traslada oficialmente la ciudad de Pedraza al lugar
que actualmente ocupa en la margen derecha de río Canaguá. El traslado fue
meramente un trámite de carácter oficial porque ya muchos de los residentes
estaban establecidos en ese lugar.
La quinta y última mudanza constituyó el sexto
asiento de la ciudad de Pedraza y abrigó una esperanza más en la búsqueda de
una vida próspera sustentada en la paz. En 1787, un año después del traslado,
la ciudad estaba constituida por unas sesenta casas.
LA CIUDAD CAMBIÓ DE NOMBRE DOS VECES
Ciudad Bolivia es el nombre oficial de la capital
del municipio Pedraza, de la misma ciudad que fundó muy probablemente el 20 de
diciembre de 1591 el capitán español Gonzalo de Piña Ludueña.
En el momento de la fundación fue bautizada con el
nombre de Nuestra Señora de Altagracia de Pedraza. Seguramente el fundador era
devoto de esa Santa. También existe la creencia de que el presidente del Reino
de Nueva Granada, el doctor Antonio González, era oriundo de la villa española de
Pedraza, ubicada en la provincia de Segovia, en el reino de España y que fue en
su honor la colocación del nombre.
Cuando la ciudad fue reconstruida en su tercer
asiento, en 1649, localizado en el mismo sitio donde hoy está la población de
Palmasola, el nombre fue cambiado por primera vez. Desde allí la ciudad se
llamó oficialmente Nuestra Señora de Altagracia de Ticoporo de Pedraza. De esa
manera la ciudad adoptó para su nombre el adicional elemento aborigen, que se
sumó al hispánico y religioso.
En 1864, estando en su último y definitivo asiento,
se realizó una sesión extraordinaria del Concejo Municipal de Pedraza en la que
intervino el sacerdote Francisco Antonio Garrido para proponer el cambio de
nombre de la ciudad. La elocuencia del religioso y seguramente su estatura
moral influyó en la decisión de solicitar a la legislatura regional la adopción
de un nuevo nombre para la peregrina ciudad.
El 2 diciembre de 1864 la ciudad que había cambiado
de asiento en cinco oportunidades cambió de nombre por segunda vez. Después de
doscientos setenta y tres años modificó oficialmente su nombre. Ahora se le
llama Ciudad Bolivia. Terminada la Guerra Federal un año antes, en 1863, la
Legislatura Municipal del estado Zamora atiende la solicitud del Concejo
Municipal de Pedraza y decide cambiarle el nombre a Nuestra Señora de
Altagracia de Ticoporo de Pedraza por el de Ciudad Bolivia, tal vez para
homenajear al Libertador Simón Bolívar o para rendirle tributo a su hija
predilecta, la república de Bolivia.
Hace ciento cuarenta y ocho años que de manera
oficial a la ciudad fundada en 1591 se le cambió de nombre por última vez, pero
ni el tiempo ha sido capaz de cambiar la costumbre de llamarla con el nombre
que fue bautizada en el siglo XVI. Casi todos la llaman simplemente Pedraza.
Llamarla así en nada deshonra al Padre de la Patria y mucho menos ofende a la
hermana república boliviana. En cambio referirse a ella con el nombre de Ciudad
Bolivia ha generado serios problemas a sus habitantes. Es conveniente evaluar
la posibilidad de modificar por tercera vez su nombre.
PERSONAJES
PEDRACEÑOS DESTACADOS
Dominga Ortiz
En el pueblo de Canaguá,
actual capital de la parroquia José Antonio Páez del municipio Pedraza, nació
Dominga Ortiz el primero de noviembre de 1792. Pertenecía a una familia de las
que llamaban de la buena sociedad, hija de don Francisco de Paula Ortiz y de
doña Micaela Orzúa, ambos propietarios de tierras y mucho ganado. Quedó
huérfana a temprana edad y en 1807, a los 15 años, conoció al joven José
Antonio Páez, quien huía del temor de que la justicia lo hiciera pagar por la
vida de un salteador de caminos. Contrae matrimonio en la iglesia del pueblo de
Canaguá con el “catire” Páez, el primero de julio de 1809, cuando ella apenas
tenía dieciséis años de edad y él diecinueve. Tuvo dos hijos: Manuel Antonio y
María del Rosario Felisa.
Por amar a la causa
de la independencia y a su marido participó Dominga en algunas campañas de la
guerra por la liberación de Venezuela del yugo español y prestó servicios a la
causa revolucionaria. En 1816 organizó a un grupo de mujeres en Valle de la
Pascua para atender y curar a los heridos del ejército de llaneros que luchaban
por la emancipación. Con justicia esta extraordinaria y buena mujer ha sido
considerada la primera enfermera del ejército patriota. Dominga
fue una mujer modesta y profundamente bondadosa; era una bendición para la muchedumbre
que emigraba de los pueblos por el horror a la guerra que producía el acoso de
los realistas. El propio Libertador Simón Bolívar, cuando llegó al Apure en
1818, hizo públicas y oficiales manifestaciones de gratitud a esta mujer sin
igual.
Tenía nuestra
heroína muy arraigadas ideas católicas y era una mujer muy valiente al punto
que, sin ningún temor, llegó a llamar públicamente por la prensa de la época
ladrones a dos gobernadores de Venezuela: A Joaquín Herrera, gobernador de la provincia
Carabobo y a Napoleón Sebastián Arteaga, gobernador de la provincia de Barinas.
Temerosa del odio
desatado de sus enemigos políticos en la ciudad de Barinas, por la única razón
de haber sido la esposa del protagonista de los hechos de 1848, se ve obligada
a refugiarse en la ciudad de Pedraza. Allí vivió doña Dominga Ortiz, con 56
años de edad, sin recursos y en estado de pobreza. De Pedraza viajó a Barinas,
Valencia y luego a Cumaná donde se hallaba prisionero Páez, para diligenciar su
liberación.
Doña Dominga Ortiz
fue una señora respetada y respetable. Sus contemporáneos reconocían
perfectamente su labor meritoria, sabían de la grandeza de sus aportes a la
lucha revolucionaria y también de su sacrificada vida. Murió en Caracas el 31
de diciembre de 1875, a los 83 años, en la casa de habitación de su hija María
del Rosario Felisa, ubicada en la parroquia La Candelaria, entre las esquinas
de Tracabordo y Guzmán Blanco, en Puente Yánez.
Enrique María Castro
El
sacerdote Enrique María Castro nació en la ciudad de Pedraza el 19 de abril de
1829. Fueron sus padres don Nicolás
Castro Gallardo y doña Petronila de Castro. Ambos padres eran profundamente
católicos y de buena posición económica. Fue bautizado el 9 de mayo de 1829 por
el legendario cura José Simón Archila, el mismo que el primero de julio de 1809
ofició el matrimonio eclesiástico de José Antonio Páez con la pedraceña Dominga
Ortiz en la población de Canaguá. Sobre el sacerdote granadino el presbítero
Castro escribió una biografía titulada El
Reverendo Padre Maestro Fray José Simón Archila.
Cursó
estudios superiores en la ciudad de Mérida, allí obtuvo el título de Doctor en
Cánones y de Presbítero a los veintiséis años de edad. Fue sacerdote en San
Silvestre de Totumal, El Corozo y Barinas (Barinas); Mendoza, Trujillo y Valera
(Trujillo); Quibor (Lara); Santa Lucía (Bolívar); Puerto Cabello (Carabobo);
Lima (Perú) y Caracas.
El
presbítero Enrique María Castro, fue un sacerdote culto, estudioso de la
historia y gustaba del cultivo de la biografía porque, según su opinión, era
muy conveniente divulgar la vida y la obra de los varones que en algún sentido
hubieran hecho bien a la humanidad o a la patria. No estuvo su pensamiento
ausente de los asuntos políticos. Siempre expresó la profunda tristeza que le
producía el ejercicio político en Venezuela signado por el nefasto
personalismo, que hoy todavía reina en muchas de nuestras instituciones del
Estado. Y muchas veces afirmó que el desorden en el ejercicio del poder de la
época eran la causa de la ruina moral y material de Venezuela.
Una de
las actividades más productivas del doctor Enrique María Castro fue la de
escribir. Algunos de los títulos publicados más conocidos del sacerdote
pedraceño son los siguientes: El
matrimonio civil en Venezuela, Historia
de Samuel, Profeta y Juez de Israel, Pío
VII y Napoleón I, Historia de los Obispos de Mérida y de
Maracaibo y Rasgos biográficos de
algunos curas ejemplares de la antigua Provincia de Barinas.
El cura
Enrique María Castro fue el que ofició en la ciudad de Barinas los actos
religiosos el 26 de enero de 1868 en el funeral del general José Ignacio
Pulido, distinguido prócer de la Independencia de Venezuela.
Este
sacerdote pedraceño murió a principios del siglo XX en la población carabobeña
de Puerto Cabello, con un poco más de setenta años de edad.
Carlos María González Bona
Carlos
María González Bona nació en la ciudad de Pedraza el 19 de noviembre de 1837.
José Simón Archila, el mismo sacerdote que ofició en Canaguá el matrimonio
eclesiástico de la pedraceña Dominga Ortiz con José Antonio Páez en 1809, fue
el que bautizó a los pocos días de nacido, el 29 de noviembre, al hijo de José
Antonio González y Antolina Bona.
Quien
llegaría a ser considerado uno de los barineses más ilustres quedó huérfano de
padre a la muy corta edad de cuatro años. Su abnegada madre se hizo cargo con
mucho sacrificio de una familia con severas limitaciones económicas. En el
Colegio Bolívar de la ciudad de Barinas el pequeño Carlos María inició la
educación primaria. En 1856 prosigue estudios en Caracas en el Colegio Santo
Tomás, obteniendo el título de Bachiller en Filosofía el 26 de octubre de 1858.
Inició estudios por los que obtiene el
grado de Ingeniero en la Academia Militar de Matemáticas de Venezuela el 30 de
abril de 1862, a
los 24 años de edad; de igual manera, más tarde culmina la carrera de medicina,
en la Universidad Central de Venezuela, egresando el 30 de octubre de 1864 con
el título de Doctor en Medicina y Cirugía, contando con 26 años de edad. Siempre fue un excelente
estudiante, a pesar de las dificultades que de todo tipo tuvo que sufrir.
Ejerció
las profesiones de ingeniero y de médico, escribió artículos de opinión en
periódicos de circulación regional en Táchira y Barinas. Durante su larga
estadía en San Cristóbal estableció la primera botica que tuvo esa ciudad
tachirense. Enseñó en la cátedra de matemáticas en el Colegio Nacional del
Táchira. González Bona conforma el grupo de personas consideradas los pioneros
de la industria del petróleo en Venezuela. El 12 de octubre de 1878 constituye
junto a un grupo de venezolanos, entre ellos algunos barineses, la Compañía
Petrolia del Táchira, la primera empresa de venezolanos que recibió y
explotó una concesión petrolera en el país.
El
ingeniero militar González Bona fue uno de los miembros fundadores del Colegio
de Ingenieros de Venezuela, asociación fundada el 24 de octubre de 1860. Fue
presidente del Consejo de Médicos hasta 1905. Se desempeñó como Registrador
Principal de Caracas entre 1902 y 1908. En 1904 patentó industrialmente la fórmula
del amargo estomacal aromático y tónico con base de corteza de angostura,
conocido como Amargo de Angostura, un líquido aromático, higiénico y
agradable bebida.
El
doctor González Bona, murió en Caracas el 2 de noviembre de 1911, a la edad de 74 años.
José Simón Archila
José
Simón Archila era sacerdote. Nació en Nueva Granada, ahora República de
Colombia, en el año 1886. Por tal razón el padre Archila no era colombiano sino
neogranadino. Nacido en la ciudad de Tunja, capital del actual departamento de
Boyacá, el 28 de octubre de 1768, allí se hizo sacerdote e ingresó en el
Convento de la Orden
de Santo Domingo de Guzmán. Por eso se hizo misionero y por ello llegó a
Pedraza a finales del siglo XVIII.
El
padre Archila y los sacerdotes de la Orden Dominica que llegaron a la provincia
de Barinas dedicaron sus actividades religiosas en los extensos territorios
ocupados por aborígenes. El sacerdote pedraceño Enrique María Castro, escribió
una biografía del misionero José Simón Archila en la que asegura que este
religioso fue el fundador del pueblo de Canaguá, el mismo donde nació Dominga
Ortiz. Pueblo que fue trasladado en 1850 al sitio que actualmente ocupa,
también ubicado en la ribera occidental del río Canaguá.
El
sacerdote José Simón Archila fue el que ofició en Canaguá el matrimonio
eclesiástico de José Antonio Páez con Dominga Ortiz. El propio Páez, que había
caído en desgracia con los realistas, trató en vano de utilizar una carta del
sacerdote Archila para liberase de la prisión a que estaba sometido en Barinas.
El padre Archila era patriota de corazón, por eso sufrió persecuciones de parte
de los vecinos de Canaguá, que eran realistas hasta la médula.
Ejerció
el curato en Pedraza en el año 1815, fue interino el ministerio parroquial
durante 28 años, hasta 1843, cuando a los 75 años, a una edad muy avanzada y
sordo, fue sustituido por el presbítero y doctor José Antonio Moreno. Fue un hombre
servicial, honesto, bueno, ejemplar, serio, justo y siempre llevó una vida
llena de mucha austeridad. Supo ganarse el cariño y el respeto de los
pedraceños.
Murió
muy anciano, probablemente en el año 1849, a la edad de 81 años. Fue sepultado en la
Capilla de Nuestra Señora del Carmen, ubicada frente a la plaza Bolívar de la Ciudad
de Pedraza. De cuando ocurrió su muerte no se tiene la fecha exacta, porque
alguien lamentablemente olvidó asentar el acta de defunción de este
extraordinario hombre, que nacido en otras tierras, muchos servicios le prestó
a Pedraza.
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